domingo, 23 de octubre de 2011

Llegar a casa, sentirse sola otra vez y pensar: ¿Por qué no puedo estar acompañada de alguien al que despertar casa mañana con un beso, o llegar del trabajo y tener alguien que me diga que no me preocupe por el tonto del jefe? Supongo que serán cosas del destino. 
Aquel día llegué del trabajo y menos mal que tengo a un perro, le di su galletita de cada noche con chocolate y claro el no necesita a nadie, ya es feliz con que le de su galleta. Me senté a ver la tele mientras cenaba un tazón de fideos y para variar era otro día más de verano, el típico día de que solo te apetece estar tumbada leyendo un libro y con el aire acondicionado que te refresca todo. Oí como un trueno y pensé ¿Un trueno? Rara señal esa. Mis ojos se sobresaltaron mi cuerpo solo quiso que me asomase al balcón para mirar el cielo; noté una ligera brisa de aire bastante fresco y unas gotitas de agua que al parecer era la lluvia; saqué una pequeña sonrisilla y me dije a mi misma: Por fin una lluvia de verano. Lo primero que hice fue ponerme un chubasquero y salir a toda prisa del salón, luego del piso y por último del portal, me dirigí corriendo hacia la placita que había enfrente de mi bloque y lo primero que hice fue dar vueltas sobre mi misma con los brazos bien extendidos; sentí como la las cotas de agua caían sobre mi cara y mi cuerpo, sentí como bajan por mi mejilla, sentí mi pelo bastante mojado. De repente me dí cuenta que para sonreír y no sentirte sola, no necesitas a un chico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario